Abstract

La profesión de enseñar historia adquiere carcterísticas particulares de acuerdo al contexto en que se ubique, especialmente la que se lleva a efecto en comunidades indígenas, a veces monolingües; en ellas adquiere significación el origen del docente y su historicidad, su colocción ante sí mismo, la realidad y la estructura que busca determinarlo, más aún cuando se trata de la historia regional. En este artículo reflexionamos sobre la propuesta programática oficial seguida para esa enseñanza, en las últimas décadas, el vacío intercultural en las escuelas de formación de formadores de Chiapas, México, las prácticas docentes de un grupo de alumnos y la mirada de cinco profesores (tres de ellos bilingües) en educación básica, quienes aportan sus narraciones de vida y el relato de sus condicionantes de formación. Para ello revisamos documentos institucionales básicos, informes sobre prácticas docentes en espacios multiculturales, planes y programas educativos alejados de la realidad de los pueblos originarios, todo esto en relación con las herencias milenarias de conocimiento, cosmovisión, cosmovivencias y ambientes lingüísticos ajenos —algunas veces— a las lenguas que dominan los docentes. En este caso, sus experiencias se entrecruzan con aspectos relacionados con el espacio y los imaginarios preservados por la costumbre y tradición. En ese recorrido se resignifica una historia local comunitaria, aquella olvidada o excluida de la historia oficial, pues son considerados pueblos sin historia. La formación occidental implantada en las escuelas alimenta esa visión e imposibilita atender a la diversidad y el diálogo intercultural. Para leer y comprender la experiencia de estos profesores se recurrió a una metodología interpretativa y a la entrevista en profundidad semiestructurada. Entre sus conclusiones, resalta la posibilidad de un sujeto autónomo a partir de su conciencia sobre sí mismo y la realidad que asume con sus marginales recursos.